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Louise Bourgeois: decir lo que no
se puede decir
por Sara Rivera
"El vértigo es
algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la
profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce,
despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos
espantados". Así definía el vértigo Milan Kundera, y así nos
sentimos al enfrentarnos a una obra de Louise Bourgeois. Al
contemplar alguna de sus Cells, el espacio construido por la
artista y su iconografía producen una emoción siniestra, pero que no
nos resulta ajena. No olvidemos que Bourgeois habla de sí misma,
pero del mismo modo nos remite a nuestra identidad, que también está
formada por recuerdos. La diferencia radica en el hecho de que ella
revisita los suyos una y otra vez con el fin de dominar sus temores
y encontrar su reafirmación. En cierto modo, Louise Bourgeois
también siente vértigo.
"Mis obras son una reconstrucción del pasado. En
ellas el pasado se ha vuelto tangible; pero al mismo tiempo están
creadas con el fin de olvidar el pasado, para derrotarlo, para
revivirlo en la memoria y posibilitar su olvido". Toda su producción
gira en torno a las emociones provocadas por los recuerdos de su
infancia, por ello se ubica en espacios domésticos llenos de objetos
que son al mismo tiempo realidad y metáfora de aquello que no se
puede decir.
[Louise
Bourgeois]
Beatriz Colomina nos proporciona el relato de la
construcción de la primera escultura de Louise Bourgeois: "Me sentí
atraída del arte porque me aislaba de las difíciles conversaciones
en las que mi padre se jactaba de lo bueno y maravilloso que era...
Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una
figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura empecé a amputarle
los miembros con un cuchillo. Considero esto como mi primera
solución escultórica. Fue apropiada para el momento y me ayudó. Fue
una importante experiencia y determinó ciertamente mi dirección
futura."(1) ¿Ha negado Louise Bourgeois alguna vez esa ira? Nunca.
Más bien al contrario, la ha utilizado como fuerza durante el resto
de su vida.
Louise Bourgeois pertenecía a una familia dedicada a
la restauración de tapices. Su vivienda estaba situada junto a un
río por sus propiedades químicas adecuadas para tal actividad y
frente a un matadero, de manera que el agua y los cuerpos
fragmentados tendrán presencia en su obra. Su padre estuvo alistado
durante la Primera Guerra Mundial, por lo que ella sintió la
ausencia del padre y el nerviosismo de la madre durante sus primeros
años. Después de la guerra, una vez cubierta esa ausencia su madre
enfermó y la artista tuvo que cuidar de ella hasta su muerte en
1932. Su padre contrató a una institutriz que vivía con ellos y que
además de enseñar inglés a los niños fue amante del padre durante
diez años.
Ella misma afirma: "Todos los días uno tiene que
abandonar su pasado o aceptarlo, y entonces, si no puede aceptarlo,
se hace escultor." Bourgeois tomó esta última opción para superar
una niñez que dolería por el resto de su vida. Sin embargo sus obras
no se limitan a una evocación ni a la representación de un
sentimiento determinado, sino que se sostienen sobre un concepto y
una forma de expresión novedosos y muy personales. Su formación en
matemáticas, geometría, filosofía e historia del arte explica que
conciba la memoria como una forma de arquitectura; como resultado
suele reducir sus emociones internas y las producidas por su
relación con los demás a formas estructurales e imágenes
arquitectónicas.
Todo ello se refleja en sus Femmes Maison de
los años 40, son mujeres formadas por un cuerpo arquitectónico cuya
única forma de sujección son unas frágiles piernas que evitan el
hundimiento de la figura. Ese cuerpo muestra la casa como lugar de
refugio por un lado y como aprisionamiento por otro, la asfixia, la
mujer absorbida por el hogar como ella lo está por sus recuerdos. Su
llegada a Nueva York en 1938 provocará todavía una investigación más
profunda en torno a la arquitectura como proceso paralelo a la
construcción de la memoria y respecto a la relación de las figuras
con el espacio que habitan, como influencia de la contemplación de
los rascacielos y de su nueva casa.
Al igual que en las Femmes Maison, expresa
diferentes sentimientos mediante arquitecturas en su libro He
disappeared into Complete Silence, del año 1947. Se trata de una
serie de aguafuertes acompañados de historias breves, parábolas
escritas en un tono hiriente, que no explican las imágenes sino que
las completan. El conjunto texto-imagen transmite desesperanza en
las relaciones humanas con una enorme frialdad, tiene el efecto de
un golpe frío que remite sin embargo a un dolor profundo.
Desde mediados de los años 40 había trabajado
también los mismos temas en el ámbito de la escultura con sus
Personnages. Son esculturas verticales formadas por un solo
bloque; pese a su aspecto de firmeza tienen una base que resulta ser
muy frágil, aportando a la figura un carácter inestable. La
polaridad de su identidad está por tanto latente en su obra, su
vulnerabilidad y su fortaleza siempre se tocan.
Estas esculturas evolucionan a partir de los años 50
hacia construcciones basadas en la adicción, se configuran en base a
unos elementos segmentados sustentados por una barra de metal. Todas
estas obras evocan a las personas presentes en su nueva vida y
aquellas ausentes que quedaron en Francia, muestran la dificultad de
las nuevas relaciones establecidas y el sentimiento de falta
provocado por el exilio.
A partir de la década de los 60 estas figuras son
sustituidas por las Lairs, guaridas que son variaciones de
los mismos temas pero que añaden la exploración de la diferencia
entre lo masculino y lo femenino. Estas nuevas figuras biomórficas
aluden a lo animal desconstruyendo la primacía del falo y
enfatizando la condición femenina sin dejar de lado las alusiones al
deseo. Lo arquitectónico se pierde hacia lo interior, crea espacios
ambiguos, caminos de ida y vuelta en un tono sutil, el contrapunto
imitativo a su producción anterior.
Durante la década de los 90 comienza una
interpretación más compleja de su pasado y su construcción del
presente. A los criterios arquitectónicos y espaciales añade todo un
lenguaje de símbolos propios y la participación del espectador en
sus instalaciones. Entramos en una de sus Cells y una vez nos
deshacemos de la sensación de ahogo empezamos a descifrar esos
objetos oníricos pero cotidianos que van a ser signos recurrentes:
formas corporales esculpidas en cera, desmembradas porque ella se
había sentido rota; las bobinas de hilo como recuerdo de la
actividad familiar reparando los tapices y como metáfora de
protección. Abunda frecuentemente el color rojo: "el rojo es sangre,
dolor, violencia, peligro, venganza, celos, resentimiento, culpa.
Son sentimientos cotidianos." Las Cells son los recuerdos de
su infancia convertidos en estructura simbólica. También elementos
colgantes, como en el ático de su casa cuando era niña, y multitud
de elementos de cristal, construcciones frágiles pero capaces de
encerrar herméticamente ideas tan personales. Por último la espiral
significa para Bourgeois el recuerdo de las mujeres retorciendo los
tapices en el río, imagen que provocaba en ella el deseo de retorcer
el cuello de la amante de su padre. Cuando casi nos hemos
familliarizado con el espacio aparece un espejo. Después de haber
contemplado a la artista, nos pide que nos miremos a nosotros
mismos. En ese momento se consigue la tensión final en ese recorrido
psicoanalítico que nos propone en cada célula.
Sin embargo las células no hablan únicamente del
individuo, ella misma explica que también contienen alusiones a los
movimientos sociales coetáneos. El hecho de que utilice jaulas y
puertas envejecidas ha sido relacionado por varios autores con
ciertas imágenes de Nueva York, que continuamente está sufriendo una
renovación. Asimismo la artista es sensible a los problemas del
sector feminista, que en determinadas ocasiones han tomado su vida y
su obra como ejemplo de independencia y defensa de la
feminidad.
Posteriormente, desde 1994 a 1997 aparecen las
Spiders. También son obras arquitectónicas, pero son
esculturas en sí mismas que simbolizan el recuerdo de su madre, en
el sentido de aportarle protección y por su laboriosidad continua a
pesar de su fragilidad. De nuevo aparece la arquitectura como
recuperación del recuerdo: "La arquitectura tiene que ser un objeto
de nuestra memoria. Cuando evocamos, cuando conjuramos la memoria
para hacerla más clara, apilamos asociaciones de la misma manera que
apilamos ladrillos para construir un edificio. La memoria es una
forma de arquitectura". En esta ocasión memoria de su madre, a la
que admira, pero reconoce sus diferencias; mientras que la madre
construía, reparaba tapices, Louise Bourgeois necesita destruir y
fragmentar para después realizar una reconstrucción mediante la
unión de todos los elementos. La culminación de esta metodología la
lleva a cabo con la obra The destruction of the father, del
año 1974. Sumergió piezas de carne, miembros de animales en escayola
blanda, luego dio la vuelta al molde, lo vació y lo moldeó de nuevo
en látex. Se trataba de la deconstrucción del padre y su
reconstrucción encarnando la mesa del comedor, el lugar cotidiano
donde se formaron los traumas de la artista, y otra vez la presencia
de cuerpos fragmentados en relación con el matadero y la escultura
como invocación de la memoria para poder aceptarla.
En definitiva, tenemos la trayectoria de una vida
entera realizando variaciones sobre el mismo tema bajo cualquiera de
las formas de expresión artística, aunque también matizada por la
utilización de la palabra para completar las obras plásticas.
Palabra e imagen se funden para conjurar unos recuerdos que hacen a
la artista vulnerable pero que han constituido al mismo tiempo su
fuerza. Toda una vida expuesta al público pero que continúa siendo
privada y en cierto modo secreta, indescifrable, indecible, una
personalidad profundamente individual y que sin embargo busca el
encuentro y la identificación del observador atrapado en su obra.
Louise Bourgeois ha conseguido una concepción de la arquitectura
propia, y una iconografía aún más propia. Resulta muy difícil
encontrar alguna influencia o similitud con alguna corriente
artística, sin embargo su obra sí ha sido influyente en otros
artistas posteriores. Bourgeois ha conformado una metodología
propia, un lenguaje visual propio, un diálogo emocional con el
espectador completamente personal y finalmente una forma de terapia
psicoanalítica tan subjetiva como poderosa que ha constituido su
fortaleza y su búsqueda constante.
_______________ (1) Louise Bourgeois.
Memoria y Arquitectura. Museo Nacional Centro de Arte Reina
Sofía. Catálogo de la exposición del mismo nombre del 16 de
noviembre de 1999 al 14 de febrero del 2000.
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